Sinéad O'Connor tiene cáncer

Este pasado jueves en Londres dio por concluida la gira de presentación de su triunfal segundo álbum. Un entusiasmado Hammessmith Odeon la recibió con cariño y la despidió con admiración. Ahora viajará a hacer las américas (del Norte) y después del verano tomará posiciones en escenarios de la Europa continental, incluyendo España, donde está previsto que actúe en noviembre. 

En escena, la frágil y tímida O'Connor sufre una mutación que la muestra como una persona dominadora, capaz de mezclar ritmos hasta convertirse en un escaparate de la música popular de fin de siglo. Su voz, su principal arma, es el hilo conductor de este puzzle que incluye ritmos tradicionales de su tierra, momentos de música negra e instantes de simple y puro rock. Escondida tras su desierta cabeza, sus gestos se hacen elocuentes. Acompaña con su voz sus manos. Pasa de la solitaria guitarra acústica a los pregrabados del «hiphop». Fusiona música de baile con ritmos folklóricos que ella baila con emoción.


Interpreta el Nothing compare 2U y saluda a sus héroes y convicciones políticas para regozijo de los espectadores. Su público es un sector de consumidores de pop que parecían escondidos hasta hace bien poco. El público que sí quiere reivindicar la emoción y la ilusión de la calle. 

Supuestamente alejada de la vorágine del pop insulso del momento, no permite que acudan las cámaras a sus conciertos, se muestra parca en palabras y su principal alegría es la del público. Una vez más las música popular encuentra otro de esos héroes capaces de salvarle la conciencia. Una artista con carisma que se lanza hacia el futuro mientras vemos cómo otros caen devorados. Pero lo verdaderamente saludable es que los que suban en esta patética competencia aporten la suficiente esperanza y magia como la que, por el momento, tiene esta irlandesa de 22 años. 

Frente a la ampulosidad escénica generalizada entre los artistas y grupos del momento, O'Connor aparece encarnando lo simple. Puede que esa sea una de sus bazas. A diferencias de otras compañeras de viaje, como Tracy Chapman o Michelle Shocked, ella ha sabido contextualizar sus canciones. No es una bella y melancólica voz sonando ahora como si fueran los sesenta.

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