Se quedan pegados practicando sexo
Como dice la enfermera, la cosa está meridianamente clara: dos jóvenes que se conocen en un bar una noche de copas se quedan pegados mientras practican sexo. Por más humillante que les parezca la situación, como les es imposible desengancharse, acuden a un hospital donde una enfermera con maneras de torturadora les hace esperar toda la noche a un médico que, a la sazón, es el pianista del espectáculo.
Mientras aguardan, postura a postura, canción a canción, los dos jóvenes se cuentan sus vidas, empiezan a conocerse, a odiarse y, quizá, también a enamorarse.
Ferrán González y Alicia Serrat son los autores y protagonistas de este musical de pequeño formato que lleva un mes representándose en el Teatro Arenal. Después de estar 12 semanas seguidas en cartel en Barcelona, Pegados llegó a Madrid, donde el público lo ha acogido con curiosidad primero y entusiasmo después, de tal manera que ha sido incluido dentro de la programación de Los Veranos de la Villa.
Además de González y Serrat, el espectáculo cuenta con la inestimable participación de Gemma Martínez, en el papel de la enfermera, y de Joan Miguel Pérez, que ejerce de pianista y doctor.
Pero son Alicia y Ferrán, los dos jóvenes que se conocen en un bar de copas una noche, los que llevan prácticamente todo el peso de la escena, puesto que tienen que hablar y cantar en diversas y eróticas posturas subidos a una camilla.
Pese a lo que pueda parecer, no es nada descansado actuar en semejante tesitura: «Ferrán y yo escribimos la función y nos tiramos a la piscina, nos pusimos a escribir sin tener en cuenta de si esto era difícil o no. Fue en los ensayos con el coreógrafo, donde nos dimos cuenta de que era muy bestia físicamente», explica ella.
Un hecho real
«Vi esta historia en las noticias hace cinco años, pero hasta ahora no hemos podido hacerlo», comenta González, quien llamó a Alicia Serrat y Víctor Conde, director de la obra, para implicarles en la misma. No tuvo que empeñarse mucho: «A mí, cuando me vino con la historia, me pareció un argumento tan bruto y tan interesante que era muy divertido», tercia ella.
Pero lo que entendieron como lo más cómico de todo fue la idea de convertir una anécdota de esas que engrandecen la leyenda urbana en un musical, «y además decirlo tal cual en el escenario», explica el autor. Para ello, la complicidad del público es fundamental y Gemma Martínez es la encargada de romper la cuarta pared y meter a los espectadores en el proscenio haciéndoles partícipes de la broma. «Es un musical, no lo escondemos y a veces nos reímos del propio género», dice ella.
Teniendo en cuenta que los dos protagonistas tienen muy limitada su capacidad de movimiento y su vestuario (se pasan la función escasamente tapados por una sábana y unos calcetines y ella tan sólo luce un sujetador), son el guión y las canciones los pilares sobre los que se apoya el interés. «Era difícil de imaginar y de explicar, porque vale, sí, se quedan enganchados, pero qué pasa. Pasan muchas cosas, pero tampoco hay una trama que se descubra al final».
La música del piano y las letras conducen al espectador de la mano y le llevan a ver a los dos protagonistas muy vulnerables en presencia de sus madres, patéticos, soñadores, sexualmente activos, enrabietados, competidores, juguetones, cómplices y enamorados.
Como toda historia que nace de una situación caótica y descontrolada, Pegados tiene varias moralejas. La de «cuidado con lo que haces porque mira en la que te puedes ver», es una de las posibles. Pero a ellos la que más les gusta es, como apunta Alicia, la que dice que «hay que conocer un poco más a la gente, porque a veces vamos muy rápido».
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