Amanda Seyfried tiene la cabeza bien amueblada
Saben moverse en Hollywood, la industria no las fagocita. Alternan grandes producciones con guiones independientes. Con apenas 20 años, trabajan con los mejores directores y se codean con los que deberían ser sus ídolos», dice el crítico de cine Javier Estrada.
Se refiere a Carey Mulligan, Amanda Seyfried o Dakota Fanning, jóvenes en cuyo curriculum figuran compañeros de viaje como Nick Hornby (guionista de An Education), Robert de Niro (compañero de reparto de Stewart en la comedia Algo pasa en Hollywood), Sean Penn (al que Dakota Fanning eclipsó en Mi nombre es Sam) o Meryl Streep (madre de Seyfreid en Mamma Mia).
Se refiere a Carey Mulligan, Amanda Seyfried o Dakota Fanning, jóvenes en cuyo curriculum figuran compañeros de viaje como Nick Hornby (guionista de An Education), Robert de Niro (compañero de reparto de Stewart en la comedia Algo pasa en Hollywood), Sean Penn (al que Dakota Fanning eclipsó en Mi nombre es Sam) o Meryl Streep (madre de Seyfreid en Mamma Mia).
«Su formación, sus decisiones, apuntan a que estamos ante una nueva generación de intérpretes con la cabeza bien amueblada», prosigue. En otra industria, la musical, vocalistas como La Roux o Florence Welch, que presume de escribir sus mejores canciones borracha o de resaca, ponen la dosis necesaria de Sexo, drogas y Rock'n Roll que todo relevo generacional que se precie necesita para recabar fans entre sus contemporáneas, un público difícil. «Las veinteañeras de hoy son complicadas.
A pesar de que su nivel cultural dista mucho del de generaciones anteriores (sólo les gusta la telebasura), el de ego lo tienen bastante elevado, centrado, sobre todo, en el físico y en qué ponerse para fotografiarse y colgarse en todas las redes sociales a las que están adscritas. No les importa perder su intimidad. Todo es válido para ser popular», comenta la periodista Sara Sáez. Internet es el soporte donde jóvenes anónimas comparten estrellato con sus ídolos, mitos a quienes la red pone a tiro. Hoy, cualquiera puede erigirse en protagonista de su propia película. Si hay algo obsoleto de los 80 es aquel lema que decía que La fama cuesta.
Protagonizar junto a Luis Tosar la adaptación cinematográfica de la novela de Lorenzo Silva, La flaqueza del bolchevique, le supuso su flechazo con la crítica y un Goya. Siete años después, títulos tan eclécticos como Melissa P, Los Borgia o La mujer del anarquista consolidan a esta madrileña, nacida en 1987 en el popular barrio de Carabanchel, como la gran esperanza blanca del cine patrio.
Británica del 85, su carrera, de origen televisivo, se quitó el sambenito de prometedora con una nominación al Oscar por su papel de adolescente tentada por un hombre maduro en An Education, basada en la autobiografía de la periodista británica Lynn Barber. Encarnar a la hija de Gordon Gecko en la secuela de Wall Street y a la Eliza Doolittle de la nueva My Fair Lady la confirman como una inquietante revisión de Audrey Hepburn.
América busca novia. Tras perder a Meg Ryan en la guerra contra el bótox y a Jennifer Aniston en los brazos del fornido galán de turno, Seyfried (Pensilvania, 1985) tiene todas las bazas para convertirse en la próxima America's sweetheart gracias a títulos como Mamma Mia o Querido John. ¿Su receta para digerir tanto almíbar? Ficción televisiva de calidad (Big Love) y Serie B con guión de Diablo Cody y Megan Fox de partenaire (Jennifer's body).
A Tom Cruise se le podrían reprochar muchas cosas (su dudosa militancia ciencióloga, su histrionismo) pero ojo, tiene. Cuando escogió a una infantil (pero ya curtida en la pequeña pantalla) Dakota Fanning para huir juntos de los marcianos en La Guerra de los Mundos, abría camino en Hollywood a una actriz en ciernes que, con apenas 16 años, se maneja con soltura tanto en drama adulto como en el adolescente. Es una de las vampiras de la saga Crepúsculo, donde comparte cartel con otro golpe de suerte del casting: Kristen Stewart (Los Ángeles, 1990), la responsable de que el insulso personaje de los libros de Stephanie Meyer exude tormento y tensión sexual en la gran pantalla. Hablando de sexo, ambas protagonizan The Runaways, el biopic sobre la banda homónima que abunda en la relación entre su líder, Joan Jett, y la vocalista Cherie Currie.
En la reciente subespecie denominada pop models, que engloba a los descendientes de estrellas pop de los 80 y 90, destaca la hija de Phil Collins, nacida en 1989. Actriz, presentadora, modelo ocasional y estudiante de periodismo, Lily ya firma columnas en publicaciones adolescentes.
Nació el mismo año que Lily Collins y sus famosos progenitores (la modelo Yasmin Le Bon y el vocalista de Duran Duran, Simon Le Bon) le han procurado una educación exquisita y una vida alejada de los focos hasta que, como cabía esperar, la primogénita de sus tres hijas comenzó a despuntar. Rosella Jardini, directora creativa de Moschino, la fichó para desfilar para la marca el año pasado por su «frescura».
«Guitarras acústicas, vestiditos y los años 60. A las chicas españolas (aunque Alondra Bentley es medio inglesa), les gusta el folk», sentencia Nacho Ruiz, crítico musical de Metrópoli. «La pionera fue Lourdes Hernández (Russian Red). Alondra, la incorporación más reciente, destaca por la solidez de sus canciones, la personalidad de su voz y el buen gusto de sus arreglos, que suenan a Shirley Collins, Vashti Bunyan y Joni Mitchell»
Para Nacho Ruiz, la «coartada» de Florence and The Machine, «la nueva Kate Bush con un punto más urbanita, menos etéreo», es la «intelectualidad. Su éxito no ha sido automático, como el de su compatriota La Roux, pero parece que llegó para quedarse. Su música tiene la rara cualidad de sonar moderna y atemporal a la vez», zanja el crítico sobre la artista londinense, cosecha del 86.
«A pesar de cierta tendencia electroperraca, La Roux (nacida Eleanor Jackson en 1988) nunca ha caído en lo zafio. Lo suyo es el pop adhesivo y ochentero. En su Gran Bretaña natal ha conquistado al público petardo y al serio, cosechado buenas críticas y vendido cientos de miles de copias de su álbum de debut homónimo», dice Nacho Ruiz, que recuerda cómo en Londres «decenas de chicas imitan su flequillo pelirrojo».
Joni Mitchell o Kate Bush, el folk y el electro y la estética victoriana son los referentes de las voces femeninas contemporáneas.
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