El tito Oscar
Ya saben que fue la gran Bette Davis la que dijo, cuando recibió por primera vez el premio de la Academia: «Me recuerda a mi tío Oscar». De ahí el nombrecito de la estatuilla. Lo que no sabemos es si el tío Oscar de miss Davis era mudo. A uno le pega que no.
A uno le pega que tío Oscar hablaba por los codos, y que además era un poco gay, como se atrevió a diagnosticar el estupendo Christopher Plummer al recibir su premio como mejor actor de reparto por su papel de venerable gay padre de familia, anciano y desahuciado, en Beginners.
De ser efectivamente así, charlatán y un poco gay, el tío Oscar habría dicho, en cuanto empezaron a pisar celebridades la alfombra roja: «Jennifer Lopez no está echando caderas, está echando serones». O: «A Cameron Diaz, se le están poniendo hombros de musculoca».O: «En qué poquita cosa se queda George Clooney al lado de esa falla de cartón piedra que se ha echado por novia». O: «Ni de lejos la más elegante de la velada ha sido Gwyneth Paltrow vestida de monja finlandesa o algo sí, sino la hermana Dolores Hart (la dulcísima muchacha que, en la primera de sus cinco películas, antes de meterse a monja, besó a Elvis), vestida de monja-monja». Y es que donde haya un hábito sobrio, que se que quiten hasta los Armani Privé, incluido el de color mauve (eso sí que es gay) de Penélope Cruz.
Claro que para gusto se hicieron los colores. Y las películas. Y los presentadores de las ceremonias de los Oscar. Billy Cristal, en esto de presentar los Oscar, es como la deuda alemana para los mercados, un valor seguro pero muy consabido. El hombre estuvo bien, con profesionalidad a prueba de lifting, y con el auditorio a favor, que no había más que ver la cara de pánfilo sentido del humor que ponían todos, desde los Brangelina al mismísimo Steven Spielberg, cuando el bueno de Billy se choteaba amablemente de ellos durante la canción de apertura. El tío Oscar habría dicho: «Este muchacho lo tiene todo, por eso no es sexy».
Por seguir hablando de gustos, a uno, a estas alturas del cine, le gustan las películas en las que se habla sin parar, llenas de diálogos ingeniosos o emocionantes. Además, a uno no suelen gustarle un pelo las películas que produce o apadrina el muy astuto Harvey Weinstein. Así que a uno The Artist le parece un pestiño, una ocurrencia melindrosa, una muy premeditada falsificación de lo que el cine fue.
De hecho, yo creo que el tío Oscar habría dicho: «A estas alturas del cine, una película muda es como mi sobrina Bette amordazada: se queda sin el 90 % de la gracia». Además, lo suyo habría sido que todos los franchutes premiados hubiesen dado las gracias en el lenguaje de signos, ¿no?
Y que al menos esta vez Meryl Streep no hubiera demostrado lo gran actriz que es también cuando da las gracias por un premio. Esto también lo habría dicho el tío Oscar.
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