El mercedes que Hitler le regaló a Franco

Cuando hace unos meses salió a subasta el cadillac de Franco y nadie lo quería ni casi regalado, yo escribí una glosa sobre el tema. Aquella tarde, en el Palacio Real, don Juan Carlos me elogió sonriente las calidades literarias del artículo, y en seguida empezó a darme, como gran experto en motores, las explicaciones técnicas del caso, obviando con finísima sutileza los aspectos políticos: Es un modelo viejo, como todos los cadillacs, y ya no hay piezas de repuesto en el mercado. 

Un coche de difícil salida. Ahora leo en Epoca que hay un pleito por otro coche de Franco, el mercedes que le regalara Hitler, y que por tanto tiene mayor significación histórica que el cadillac. La marquesa de Villaverde reclama el coche al Patrimonio Nacional. 

Es un modelo puro años cuarenta, con seis ruedas, más la de repuesto, visible como los salvavidas de los barcos, desea potable y con lámina de Al Capone y Ley Seca, o de Bonnie and Clyde en sus tiempos buenos. Todo lo que Pierre Daninos escribió sobre el esnobismo del rolls (el conductor jamás pasa por delante del motor, que es sagrado, y que inventó un mecánico harto de ruidos, soñando con el coche silencioso) es aplicable al mercedes. Sólo que estos mercedes de los grandes tiranosaurios del siglo, gánsters o jefes de Estado, blindados y ominosos, más que un grato esnobismo sugieren un sangriento egotismo. 

Aunque quizá el dictador no sea sino el snob de Dios, el hombre que quiere todo el poder del mundo para sí. Quizá Hitler hizo su barbacoa de cinco millones de judíos sólo por esnobismo ario. Quizá Franco sentenció a muerte a Buero Vallejo sólo por esnobismo intelectual: en Crónica o Estampa de los años treinta declara que su autor es ValleInclán (suponemos que el Valle carlista, ya que él acabaría montándose la última carlistada). 

¿De quién es el mercedes Franco/Hitler? ¿De la marquesa, del Patrimonio Nacional, de Hitler? Y digo de Hitler porque éste se lo regaló a un Generalísimo triunfador. Si la Historia hubiera ido de otro modo, a lo mejor hoy se lo habría quitado, ya que nos hemos convertido en una democracia pútrida y del nazismo español sólo queda el asesino de Muguruza. 

Puesto que esto no es, lo que era, la Villaverde tiene pleno derecho a reclamar el auto a unos señores que han intentado borrar la memoria histórica de su padre. ¿Cómo se puede negar al viajero y quedarse con el vehículo? De otra parte, la Historia resulta que la han hecho muchos francos y muchos hitler, en buena medida, muchos Calígula y muchos Stalin, de modo que todo debe constar en el borgiano Museo Universal de la Infamia, batallas, napoleones, yoclaudios y mercedes. 

Es aquello de conocer/recordar la Historia para no: repetirla, aunque, como bien ha dicho Raúl Heras en este mismo papel, la Historia no se repite, pero saca fotocopias, y más ahora que estamos en la era de la reprografía. Mussolini era una fotocopia arrugada de los Césares romanos (la greguería, como sabemos, es de Alfonso Guerra, y de las mejores que ha hecho). Hitler era una fotocopia del Káiser y Franco era una fotocopia de Hitler. 

Sólo los autos son de verdad, mayormente los buenos, rolls, mercedes, princess, alfa, fort T, austin, dodge brothers, que casi todos ustedes se hacen el weekend en la fotocopia de un automóvil, y por eso les deja tirados. Entre la memoria histórica y la memoria familiar, uno no sabría a quién adjudicar el legendario mercedes. Lo que no debemos hacer, en todo caso, es sacar el coche a subasta, como el cadillac, pues se comprobaría una vez más que el pueblo español no da un duro por su propio pasado y Franco seguiría perdiendo batallas después de muerto.

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