Kevin Costner atacando hasta el amanecer
El ganador absoluto. Como es obvio, Kevin Costner fue no sólo el ganador absoluto en la 63 edición de los Oscar de la Academia, al conseguir para su primera película, Bailando con lobos, siete estatuillas correspondientes a la mejor película, director, guión adaptado, música, fotografía, montaje y sonido, sin duda las más importantes desde el punto de vista técnico, sino también el leit motív de la ceremonia, puesto que las cámaras se dirigían a él cada dos por tres para comprobar lo feliz que estaba siendo. De haber ganado el Oscar al mejor actor, lo que hubiera sido a todas luces un exceso, el triunfo habría sido total. Tampoco ganaron su indio de verdad, Graham Greene, y su india de mentira, Mari McDonnell.
Los más enfadados.Rosa María Mateo, desde Hollywood, y Angel Fernández Santos, desde Madrid, encabezaron la lista de los detractores de la película ganadora. Los partidarios de que películas mucho más sólidas como El Padrino III y Uno de los nuestros ganaran el Oscar, nos quedamos con las ganas. Dos de los mejores cineastas actuales, Coppola y Scorsese, cedieron literalmente el premio al debutante y titubeante Costner, porque si es cierto que Bailando con lobos es un bonito espectáculo, carece de la entidad dramática de sus dos ilustres competidoras, y contiene algunas secuencias que sonrojan al más pintado.
Los grandes perdedores.Ninguna de las siete -pocas, diría yo- nominaciones de El Padrino IIl se, vieron avaladas por el éxito final. La película de Coppola se fue de vacío. Grave injusticia de la votación gremial. Como Despertares y Los timadores. Aunque ya había otras perdedoras previas, como Alice de Woody Alíen, Habana de Sydney Pollack, Corazón salvaje de Linch, El cielo protector de Bertolucci, Muerte entre las flores de Joel Coen, Esperando a Mister Bridge de Ivory, Mo'Better Blues de Spike Lee, y El silencio de los corderos de Demme. También fue derrotada Uno de los nuestros, que sólo consiguió un Oscar sobre sus seis nominaciones.
Contra todo pronóstico, la película Suiza Viaje sin esperanza dejó con la miel en los labios a Cyrtzno de Bergerac -cinco nominaciones, que se tuvo que consolar con el premio al mejor vestuario. Habría que oír a Jack Lang. Dustin Hoffman cantó este Oscar a la mejor película extranjera a las cinco y veinticinco de la mañana.
Sólo José Luis Garci apostaba por la gorda y desconocida Kathy Bates que se llevó el Oscar a la mejor actriz. Meryl Streep y Joanne Woodward no asistieron a la ceremonia. Cualquiera de las dos hubiera sido una justa ganadora, como Anjelica Huston, tal vez la presencia más poderosa de la noche, o la simpática Julia Roberts, guapa actriz de talento que se dedica a hacer películas malísimas. El más simpático y educado.- Como todos esperábamos,
Jeremy Irons, el Claus Von Bülow de la película de Schróder, se alzó con el Oscar al mejor actor. Estuvo simpático, emocionado, conciso y muy británico, y recordó a David Cronenberg, su director en la excelente Inseparables. Todo un detalle. Nada que objetar. Costner ya iba bien servido.
Joe Pesci, ya nominado por Toro salvaje, ganó el Oscar más incontestable de la noche, dentro de la terna más difícil del año. Su más directo rival era Andy García, un buen actor latino que tal vez debería haber sido nominado como protagonista. Pero lo mismo les había pasado a De Niro y a Pacino en las entregas anteriores. Por cierto, Al Pacino, sin la máscara de Dick Tracy ni el pelo al cepillo y las arrugas de El Padrino IIl, aguantó estoicamente su segunda derrota en esta edición.
Un actor de color, Denzel Washington, ganador el año pasado, entregó el Oscar a la mejor actriz secundaria a otra actriz negra, Whoopie Goldberg, la medium de Ghost, nominada ya por El color púrpura. Estaba cantado. La película había sido sobrevalorada por la Academia y antes por el público del mundo entero.
Hubiera sido una barbaridad darle el Oscar a Bon Jovi por una buena canción que nada tenía que ver con la película Intrépidos forajidos, un espanto al uso. Pero era uno de los favoritos. Madonna dio el toque sexy a la noche, aunque otras señoras levantaban el ánimo con mejores artes. Léase Kim Basinger; Debra Winger y sobre todo Anjelica Huston. Madonna iba de blanco y arrastraba pieles, se quitaba el guante, se contoneaba y cantaba poquito pero bien la canción de Dick Tracy, película que ganó otros dos Oscars irrebatibles, el mejor maquillaje y la mejor dirección artística.
Yo creo que hubiera estado bien darle un Oscar a Zhang Yimou por Ju Dou. Es una hermosa película de autor, lo que no es tan corriente por esos pagos de Hollywood. Y según dijo Enrique Herreros, la película suiza es pesadísima, pero ya se sabe que la China está muy lejos.
El tiempo ha respetado bien a Sofía Loren, que en el momento más emotivo de la noche lloró sinceramente e hizo levantarse a saludar a Carlo Ponti. La nostalgia se apoderó de la pantalla, y una Sofía Loren explosiva volvió a conquistar a Clark Gable, Cary Grant, Charlton Heston, Marlon Brando, Marcello Mastroianni y Peter O'Toole. Su anfitrión fue Gregory Peck, a quien ella entregó el Oscar veintitantos años atrás por Matar un ruiseñor y que fue su pareja en Arabesco.
Billy Cristal, el maestro de ceremonias, vino y se fue a caballo, hizo chistes poco graciosos, como siempre, y estuvo pesadito, como siempre. Aunque mucho más tolerable que su antecesor, Chevy Chase. El viejo Bob Hope, habitual presentador de antaño, salió a contar sus gracias hizo un chiste sobre la guerra del Golfo. Dijo que se había acabado antes de darle tiempo de aprenderse el nombre del Schwarzkopf.
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