A golpe de azadón

Esta última fue la opción por la que se optó en el colectivo Híbridos cuando fue gestado hace dos años. Por cada una de sus 17 unidades de consumo, que llegan a 44 personas, se abona una cuota mensual fija de 51 euros que da derecho a una cesta semanal de un mínimo de cuatro kilos, que en verano siempre llega más cargada. Aparte, se organizan pedidos puntuales de determinados productos, como el café, según lo vayan demandando los integrantes del colectivo.

Y una vez al mes se celebran los denominados sábados hortelanos, en los que se da la opción de visitar in situ a los productores que plantan sus hortalizas y verduras, que en su caso vienen de Perales de Tajuña. En este municipio madrileño situado a unos 40 kilómetros de la Puerta del Sol también crecen los alimentos que se distribuyen a través de colectivos de nombres tan ingeniosos como Me Planto y A Casco Puerro.

«Repartimos las cestas los lunes en La Tabacalera, que es lugar donde lo hacen todos los grupos de consumo que hay en Lavapiés», explica Valentina, una de las fundadoras de Híbridos. La actividad de estos colectivos se enmarca, a su vez, en un proyecto más amplio, el Eje Metabólico, una iniciativa global que también utiliza este centro social autogestionado del barrio como base de operaciones y que aglutina a personas que trabajan «en el ámbito de la agroecología, la educación ambiental, la salud, la participación y la sostenibilidad».

Con un sistema de comunicación basado esencialmente en el boca a oreja, entre otras cosas porque tampoco se busca una afluencia masiva de consumidores que serían incapaces de gestionar, los alimentos naturales se han colado ya a través de estas redes de distribución en hogares de Carabanchel, Vallecas, La Elipa, Prosperidad, San Martín de la Vega, Getafe y Manzanares El Real, entre otros destinos.

En paralelo, aunque no hay cifras estadísticas que avalen esta tendencia, también está creciendo el número de fincas en la región donde echan raíces hortalizas y verduras que crecen en condiciones totalmente respetuosas con el medio ambiente. Ayer mismo, en el centro Casablanca, se realizaron jornadas de incitación a la huerta para favorecer la expansión de este tipo de cultivos.

Los responsables de La Garbancita Ecológica explican que fueron los pioneros en Madrid, y estamos hablando del año 1996, en «tratar de articular un diálogo campo-ciudad desde abajo, autogestionado». «Es la misma filosofía de las cooperativas, pero sin su dimensión empresarial», argumentan desde el veterano grupo de consumo, que ha adquirido un tamaño considerable.

Hace cuatro años decidieron «dar un paso al frente» e «incorporar una gestión profesionalizada que, garantizando un funcionamiento fluido y riguroso, sea capaz de llegar a sectores crecientes de consumidores/as y contribuya al crecimiento de los mercados locales para absorber la producción agro-ecológica campesina».

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