El móvil de Botín.
Luca Di Montezemolo cada año come menos, al menos en público o con desconocidos. Las comidas de Navidad con el presidente de Ferrari se suceden año tras año y el jefe de la Scuderia desde hace dos décadas tiende a ser más escueto en su apetito, al igual que en sus discursos.
Dicen que si se presentara a presidente ganaría por mayoría en Italia. Que la gente la para por la calle. Pero no termina de decidirse. "¿Irme a la política? No, me quedo en Ferarri", dijo en esta ocasión, todo un clásico de estos encuentros.
Habló durante una hora con alemanes, franceses, ingleses y españoles, porque a los italianos los deja para la cena. Y como él lleva el peso de la charla pues apenas pudo apurar los Tagliolini con alcachofas, el solomillo de ternera enfundado en panceta y el navideño zampone con puré de patatas. Eso sí, lo que nunca perdona es el Panettone y el Pandoro, con crema y chocolate.
Tampoco cambia es su teléfono, al igual que el presidente del Santander, Emilio Botín, con quien comparte el mismo modelo, antiguo, pero poderoso de batería y siempre con buena cobertura, un Nokia de la era anterior a los smartphones. Ellos solo necesitan un teléfono que les deje hablar para mandar.
Los periodistas, como siempre, nos llevamos el impagable recuerdo de estar un rato en Maranello, que siempre es grato, echar unas fotos, disfrutar del espectacular simulador que tienen a pie de pista o comer lamiendo las escapatorias del circuito de Fiorano a un lado, y ver desde la mesa al otro la mítica casa de Enzo Ferrari con el 27 en la puerta y el despacho que se conserva tal y como lo dejó antes de morirse, con la foto de Gilles Villeneuve y el teléfono de góndola.
Además todo termina con el recadito de Ferrari en forma de regalo con indirecta. En 2010, pocas semanas después de perder el título por un error estratégico, regalaron un juego de estrategia, el popular Risk, con el que la Scuderia nos animaba a jugar a ser estrategas, ya que para nosotros parece tan fácil.
Este año, apelando a la suerte, ha sido un pequeño bingo, con 90 mensajes en el tablero de juego, uno por cada bola del juego. Para el número 1, "el número que nos gustaría llevar en 2013".
Dicen que si se presentara a presidente ganaría por mayoría en Italia. Que la gente la para por la calle. Pero no termina de decidirse. "¿Irme a la política? No, me quedo en Ferarri", dijo en esta ocasión, todo un clásico de estos encuentros.
Habló durante una hora con alemanes, franceses, ingleses y españoles, porque a los italianos los deja para la cena. Y como él lleva el peso de la charla pues apenas pudo apurar los Tagliolini con alcachofas, el solomillo de ternera enfundado en panceta y el navideño zampone con puré de patatas. Eso sí, lo que nunca perdona es el Panettone y el Pandoro, con crema y chocolate.
Tampoco cambia es su teléfono, al igual que el presidente del Santander, Emilio Botín, con quien comparte el mismo modelo, antiguo, pero poderoso de batería y siempre con buena cobertura, un Nokia de la era anterior a los smartphones. Ellos solo necesitan un teléfono que les deje hablar para mandar.
Los periodistas, como siempre, nos llevamos el impagable recuerdo de estar un rato en Maranello, que siempre es grato, echar unas fotos, disfrutar del espectacular simulador que tienen a pie de pista o comer lamiendo las escapatorias del circuito de Fiorano a un lado, y ver desde la mesa al otro la mítica casa de Enzo Ferrari con el 27 en la puerta y el despacho que se conserva tal y como lo dejó antes de morirse, con la foto de Gilles Villeneuve y el teléfono de góndola.
Además todo termina con el recadito de Ferrari en forma de regalo con indirecta. En 2010, pocas semanas después de perder el título por un error estratégico, regalaron un juego de estrategia, el popular Risk, con el que la Scuderia nos animaba a jugar a ser estrategas, ya que para nosotros parece tan fácil.
Este año, apelando a la suerte, ha sido un pequeño bingo, con 90 mensajes en el tablero de juego, uno por cada bola del juego. Para el número 1, "el número que nos gustaría llevar en 2013".
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